Se trata de un buen ejemplo de la arquitectura barroca del siglo XVIII. Fue erigida por la baja nobleza espejeña para darse brillo y diferenciarla de las casas del resto de los habitantes. Eran caballeros o hidalgos, propietarios de tierras, que ostentaban los cargos más relevantes en estas poblaciones.

Se trata de un buen ejemplo de la arquitectura barroca del siglo XVIII. Fue erigida por la baja nobleza espejeña para darse brillo y diferenciarla de las casas del resto de los habitantes. Eran caballeros o hidalgos, propietarios de tierras, que ostentaban los cargos más relevantes en estas poblaciones. Tal era el caso de Don Luis Tafur de Leiva, Caballero de la Orden de Santiago, propietario de esta Casa de la Cadena, que se levanta, como hemos dicho, en la actual Plaza de la Constitución.

Es un edificio de espléndida portada dieciochesca del más puro estilo barroco, decorado con un par de columnas, con acanaladuras, exentas y adelantadas, sobre pedestales diferentes lisos que flanquean la puerta de ingreso, y otro par de estípites adosados que decoran el cuerpo superior. En el dintel del cuerpo principal luce el escudo nobiliario, y otro elemento decorativo en el remate del cuerpo superior.

Su figura se yergue espléndida en la plaza del pueblo, y en ella se advierte enseguida la existencia de una cadena vertical que pende del balcón (que en las casas señoriales de la época se convierte en elemento fundamental de la fachada) y que ha dado pie, a su vez, a una remota leyenda popular que dice que al haber sido habilitada en tiempos atrás para cárcel del pueblo, el preso que consiguiera asirse a la cadena alcanzaba su libertad. Es pura ficción, confundida seguramente con el verdadero origen de dicho elemento, que no es otro que la muestra de gozar su dueño, y por ende el edificio, del privilegio de cadenas. Al parecer este privilegio se le concedía a los nobles que hubieran alojado a los reyes en su mansión. Pues bien, como señala el Cronista local, Miguel Ventura, tal ocurrió en esta casa el día 24 de octubre de 1731 en que su dueño, don Luis de Tafur y Leiva, da hospedaje al infante Don Carlos de Borbón (el futuro Carlos III), cuando tan sólo contaba con 15 años de edad, el cual al frente de su comitiva regresaba a Madrid, procedente de Sevilla, a donde se había trasladado con su corte el primer Borbón.

Miguel Ventura Gracia